El domingo primero de junio en la noche deambulaba sin sueño por los archivos de mi ordenador. Miraba imágenes de moda que guardo hace años, deslizaba el mouse por las ventanitas que tenía abiertas y de repente noto que uno de mis contactos del msn tenía como 'sub-nick' “Yves Saint Laurent has died”. No sé por qué este tipo de acontecimientos me paralizan tanto. La muerte de mi alocada genio Isabella Blow, en mayo de 2007, también me lo había producido.
Bastó esa simple frase para darme cuenta de que cientos de las imágenes que había estado revisando llevaban la firma de quien fue el diseñador de alta costura más joven en alcanzar el éxito en la historia, cuando a sus 20 años suplantó al también icónico Christian Dior, en su maison.
Su credo “Abajo el Ritz, viva la calle” le hizo tomar las riendas de lo que sería una revolución en la que mezcló el arte con el diseño de prendas. Este estilo estuvo presente en gran parte de sus creaciones, desde las primeras que hizo para la marca que lleva su nombre, presentadas en la ciudad de las luces en enero de 1962, hasta sus últimos trazos bocetados.
El encanto duró un poco más que el de Cenicienta: en el año 2002 vendió su nombre para dejar las pasarelas y el diseño definitivamente. El mentor del primer smoking femenino, de los trenchcoats y de las chaquetas marineras creó un armario básico para la mujer y, durante los años 60, arrasó con una contracorriente que se enfrentaba a la ideología ladylike de la cintura avispa que proponía Dior y que tuvo gran auge una década atrás.
El diseñador murió en la noche del primero de junio en su enamoradiza París a los 71 años de edad, luego de padecer una larga enfermedad.
En estos momentos me viene a la cabeza una frase que Diana Vreeland, antigua editora de la revista Vogue americana, escribió alguna vez: “Coco Chanel y Christian Dior eran gigantes, pero Yves Saint Laurent es un genio”. Mejor descripción, imposible.
Monsieur Laurent, lo extrañaremos.
Por Christian Abellán
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